dimarts, 28 d’octubre del 2008

Acabo de leer el último libro de Enrique Vila-Matas, Dietario voluble, y me quedo, hoy, con dos cosas:

La primera, la frase “Vengo de parte del Sr. Llovet”, que a lo mejor un día me atrevo a echarle el morro de usar yo también. Al fin y al cabo, también conozco al Sr. Llovet (aunque él ni sepa quién soy yo, perdida entre los miles de nombres de gente que ha asistido a sus clases) y además, siempre brindo por él en las noches memorables, porque es de aquellas personas que han pasado por mi vida y la han cambiado, sin ellas saberlo. Bueno, también brindo por el sexo sin boda y el whisky sin soda, pero eso es otra canción...

La segunda, una idea que va recorriendo el libro continuamente, esas casualidades ante las que una no puede dejar de sorprenderse, aunque tengan una explicación supuestamente lógica: la desaparición de árboles en el barrio de Gràcia que te explican tres personas diferentes, las naranjas, Polonia, etc. Ya sabéis, ese tipo de situaciones que te hacen decir “qué curioso leer esto ahora, justo cuando ayer...”

Pues bien, yo hoy me he acordado del Sr. Vila-Matas no porque haya sido una noche memorable y haya brindado a la salud del Sr. Llovet, sino porque me he visto en una de esas situaciones de sorpresa, de coincidencia. He confirmado la estupidez humana por dos flancos diferentes, en una sola mañana. No sé si es casualidad, quizá es que la estupidez es nuestra principal característica como especie, y la excepción son las personas humildes, inteligentes y sinceras.

dimarts, 7 d’octubre del 2008

Otra versión

Cuando Marta se fue, se llevó su cuadro. El que colgaba en la pared del pasillo de la entrada que hacía las veces de recibidor. Era un cuadro bastante grande, una de esas reproducciones de una obra conocida por todo el mundo y enmarcada en discreta madera fácil de combinar.

Pensó que podía aprovechar para pintar la pared de un color bien escandaloso, algo que tenía muchas ganas de hacer pero que Marta nunca le permitió. Sí, estaba decidido. El fin de semana siguiente iría a la tienda, elegiría el color más vivo y descarado que encontrase y pintaría la pared. El viernes por la tarde compró la pintura, el color más estridente de toda la tienda. El dependiente tuvo que consultar el precio con su jefa, porque nunca había vendido una lata de ese color.

Llegó a casa y dejó la lata de pintura en la galería. “Mañana me pongo”, pensó. Pero un amigo lo llamó para salir a cenar y tomar unas copas y “mañana” se tradujo en una enorme resaca que no le dejó tiempo para nada más que para el dolor de cabeza. Fueron pasando los días, y entre compromisos, trabajo, viajes e historias diversas, la lata de pintura empezó a acumular polvo en la galería.

Al cabo de unas semanas empezó a salir con Sonia, una conocida de un antiguo compañero de facultad, y eso todavía le dejó menos tiempo para nada, así que la marca del cuadro de Marta seguía presidiendo la pared de la entrada. Tenía otras obligaciones más urgentes e interesantes que atender como para pasar una tarde pintando la pared de un color que ni siquiera estaba seguro que le gustara del todo. Le parecía más bien una rebelión contra no sabía muy bien qué, que una decisión tomada libremente.

El día de su cumpleaños invitó a Sonia a cenar a un restaurante argentino en su barrio. Ella insistió en pasar primero por su piso, quería cambiarse de zapatos o algo así, y aunque él le aseguró que no era necesario, y que no quería llegar tarde al restaurante, se dirigieron hacia allí. Nada más entrar en el piso de Sonia, un enorme paquete envuelto en papel de regalo les dio la bienvenida. La forma era inequívoca. Un cuadro. Un cuadro enorme, una de esas reproducciones de una obra conocida por todo el mundo y enmarcada en discreta madera fácil de combinar.

- ¿Te gusta? – preguntó Sonia.
- Eh... sí, claro, me encanta, pero... ¿cómo se te ha ocurrido?
- Bueno, en la pared de la entrada de tu casa hay una marca de un cuadro que ya no está, y pensé que, como no has vuelto a pintar la pared, quizá te parecería una buena idea volver a colgar un cuadro en aquella marca.

Así que allí, en la marca de Marta, colgó el cuadro de Sonia. Era como si la hubiera medido, encajaba a la perfección. No pudo evitar pensar que había algo perverso en todo aquello. Pero de nuevo la vorágine de los días, las rutinas y los placeres lo sumergió en otros pensamientos y otras preocupaciones.

Hasta que Sonia también se marchó. Y le pidió su cuadro de vuelta. No pareció gustarle mucho la idea de que Alba, su mejor amiga, pudiera disfrutar de aquel cuadro que ella había pagado mientras pasaba los fines de semana en la casa de quien había sido su novio. Así que de nuevo volvió a aparecer la marca de la pared. Sólo que ahora no sabía si la marca era de Marta o de Sonia, estaba confundido. Para deshacerse de ambas (marcas), decidió que había llegado, definitivamente, la hora de pintar la pared.

Pero había pasado tanto tiempo, y en la galería se habían ido acumulando tantas cosas, que la tarea de encontrar la lata de pintura comprada y nunca estrenada le pareció demasiado pesada. “Más adelante”, pensó. Y obviamente ese “más adelante” nunca llegó. O al menos no antes de que Alba, mucho más decidida y diligente que Sonia, llegara un día con un póster. Una de esas reproducciones de una obra conocida por todo el mundo y esta vez sin enmarcar, con lo cual era mucho más fácil de combinar. La motivación, la misma que la que había tenido Sonia, tapar la marca de la entrada. Ella misma colgó el póster con unas chinchetas, y de nuevo el proyecto pintor quedó en el olvido.

Ahora hace seis meses que Alba se marchó con su amigo de la facultad. No podía soportar su recuerdo en aquel póster maldito de la entrada. Lo arrancó de la pared y lo rompió en miles de pedacitos de papel. Ahora no sabe si pintar la pared, dejar la marca de Alba (o de Sonia, o de Marta) o cambiar de casa y mudarse a una sin paredes.

dilluns, 6 d’octubre del 2008

D'estrena...

Increïble com dóna de sí un cap de setmana... dos dies i mig i la quantitat de coses que poden arribar a passar!!!

I sí, totes bones, hi ha algú que s'ho cregui?

Estem d'enhorabona per la Laia, la filla de la Susana i el Toni, que estrena vida... Benvinguda, petita!!!

Estrenem pis! Amb les seves habitacions separades per parets i portes! Tot un luxe en els temps que corren i tenint en compte d'on venim. No sé si m'avindré a viure en un lloc on, si estàs dinant a taula, t'hagis d'aixecar per agafar alguna cosa de la nevera...

Próximamente, convocatoria por estreno!

I estrenem un any, 365 dies nous de trinca per a nosaltres!!

I amb una mica de constància, estrenarem conte d'aquí uns dies...