dilluns, 7 de setembre del 2009

Can't buy me love

Si tenía que creerse toda la literatura que la rodeaba desde que tenía uso de razón (y de eso hacía más de 30 años), ella nunca se había enamorado. Al menos no como esas heroínas trágicas que acaban lanzándose a las vías del tren por un amor imposible debido a la sociedad / las drogas / el o la cónyuge de la persona amada / la odiosa familia rica y amargada (táchese lo que no proceda).

Ella había tenido sus historias, claro está. Historias como las de todo el mundo, no como las de los libros. Su primer novio fue en el instituto. Pero si no tenía en cuenta las mariposas en el estómago (otra vez la literatura) cuando sus pieles se rozaban, poco más. Lo atribuye, con la distancia, al descubrimiento de su propio cuerpo y sexualidad. Punto.

Después de algunos intentos que no llevaron a nada, conoció a Pablo. Con él tuvo lo que ella creyó que era una relación “normal”. Estuvieron juntos varios años, incluso llegaron a vivir juntos. El proceso empezó, se desarrolló y acabó sin que ella pueda recordar las razones. Extraño, porque Pablo es divertido, inteligente, buen amante, y compartían inquietudes. ¿No es eso el amor? Parece ser que no.

Así que ha hecho una especie de trato consigo misma. Si el resto del mundo quiere seguir creyendo que el amor de las novelas existe, allá cada cual con sus fantasías. Ahora bien, ella no necesita sentirse Ana Karenina para vivir como quiere, para disfrutar de la vida, del sexo, de la amistad. Está bien, el amor no existe, ¿para qué preocuparse? ¿por qué pasarse la vida persiguiendo algo que nadie ha podido nunca explicarle? ¿no es un poco como la fe ciega en un dios a quien nadie ve y que no da señales de su existencia? Se declara atea de Eros.

O se declaraba. Aún no lo sabe, pero un día... no será ni un día de lluvia, ni una espléndida mañana de primavera, ni un gélido atardecer de invierno en el norte de Inglaterra. No, porque todo eso ya está escrito y no tendría ningún efecto sobre ella. Pero un día (que habrá que ver cómo se presenta, porque esto no es literatura y no podemos adivinar el futuro) sentirá algo que ni siquiera ella podrá describir, entenderá que comparte esa inutilidad expresiva con el resto del mundo, recordará a un personaje literario, y entenderá por qué. Se acordará de María Dos Prazeres temblando, a la puerta de su destartalado entresuelo, con el aliento de un joven a su espalda y su propio corazón saliéndosele por la boca.

Gracias, H.