dimecres, 25 de novembre del 2009

25 de noviembre

Me gustan las mujeres. Me gusto yo, mi madre, mis hermanas... Me gustan mis amigas, mis compañeras de trabajo y de gimnasio. Me gusta oírlas hablar de sus cosas, reír a carcajadas, susurrar secretos. Me gusta el concierto de tacones en la escalera del metro. Me gustan sus perfumes, sus colores de cabello a veces inverosímiles, sus medias con carreras, sus ojeras de lunes, sus caderas generosas.

No me gusta que me griten, que me digan que soy una histérica, que no me entero o que no sirvo. No me gusta que me empujen, que me peguen o me hagan chantaje. No me gusta que me hagan todo esto en casa, delante de mis hijos. Ni en la calle, delante de todo el mundo. Ni a solas él y yo.


Basta de violencia contra las mujeres.

divendres, 20 de novembre del 2009

Principi 3:

L'infant té dret, des del seu naixement, a un nom i una nacionalitat

Declaració dels drets dels infants, adoptada per l'Assemblea General de les Nacions Unides l'any 1959

La foto està feta a Nablús, Palestina, l'estiu de 2006

dijous, 12 de novembre del 2009

Cajas

Cuando mamá murió, heredé la casa, incluidos los muebles, los recuerdos, las fotografías... No sabía qué hacer con todas aquellas cosas. Yo nunca he sido como mi madre. A ella le encantaba guardarlo todo: la entrada del cine de la película que habíamos visto el día de su cumpleaños (era una tradición familiar), los cuadernos de Alberto, mi hermano pequeño, que no aprendió a escribir hasta casi los 8 años, mis primeros zapatos...

Pero a mí no me gusta guardar cosas que sé de antemano que no van a servir de nada. Pero tampoco quería deshacerme de ellas. Así que, incapaz de tirar a la basura los recuerdos de toda una vida, la de mi madre, metí todas sus cosas en cajas y las marqué con una sola palabra: “mamá”. Se quedaron en el desván de la casa, acumulando polvo. Pero por lo menos allí estaban recogidas y no estorbaban.

Cuando Ana murió, volví a vivir en la casa familiar. Ella se había trasladado allí a la muerte de mamá, unos años antes. La casa estaba impoluta. Ana siempre fue una mujer ordenada y práctica. No había trastos inútiles de por medio, pero sí algunas fotos y recuerdos de sus viajes, y algunos objetos que no encajaban con mi idea de una casa acogedora.

Ana era mi hermana, y la adoraba, pero era demasiado organizada para mi gusto, y ese amor por el orden había convertido la casa en un lugar ideal para la portada de cualquier revista de decoración, pero que a mí me parecía frío. Así que cuando la redecoré, incapaz de tirar a la basura los recuerdos de toda una vida, la de mi hermana, metí todas sus cosas en cajas y las marqué con una sola palabra: “Ana”. Se quedaron en el desván de la casa, acumulando polvo. Pero por lo menos desde allí me seguían acompañando.

Cuando mi padre murió, mis hermanas y yo heredamos la vieja casa familiar. Papá era una persona especial, cálida, difícil de entender a veces, pero insustituible para nosotras. Nos costó mucho tener que entrar en aquella casa, con todos los recuerdos que allí se acumulaban. Era difícil mirar sus cosas, sus libros, sus botellas de vino preferidas colocadas en la bodega que había hecho construir después de volver a casa, cuando tía Ana murió, hace ya más de 20 años.

No sabíamos qué hacer con todas aquellas cosas, pero como resultaba demasiado doloroso verlas allí cada vez que íbamos a la casa, decidimos quedarnos cada una con un recuerdo de papá y empaquetar el resto en unas cajas de cartón. Incapaces de tirar a la basura los recuerdos de toda una vida, la de nuestro padre, marcamos las cajas con una sola palabra “papá”. Se quedaron en el desván, acumulando polvo. Pero por lo menos estaban en compañía de las cosas de la abuela y de la tía Ana.

Cuando por fin me dieron las llaves de la casa, fui directa al desván. El día que la visité por primera vez, con el agente de la inmobiliaria, me había quedado fascinada con aquella estancia diáfana, llena de muebles viejos, polvo, telarañas y cajas por doquier.

Pensaba instalar allí mi estudio, dedicando aquella zona de la casa a trabajar, separándola así claramente del espacio privado dedicado a mi vida familiar. Quería tirarlo todo, empezar de cero, dibujar los planos, construir mi espacio.

El primer día que llegué, pues, a la que ya era legalmente mi nueva casa, pasé horas en el desván. Imaginando, creando con mi mente los muebles, la distribución, los puntos de luz. Entonces vi una caja con el nombre “Adela” en ella. No pude evitar la curiosidad, y la abrí. Eran recuerdos de infancia. Algunos libros del colegio, un álbum de cromos, una nota de su madre disculpándola de ir al colegio por unas paperas, un peine al que le faltaban varios dientes, un lazo. Y una foto. Desde aquella foto, tres niñas, un hombre y una mujer me miraban a los ojos. Supuse que una de aquellas niñas, o quizá la mujer, eran Adela.

Me pasé toda la tarde hurgando en sus recuerdos, sintiéndome una intrusa a pesar de estar en mi propia casa. Al final, dejé la caja y bajé las escaleras, pensando en Adela.

Pasó bastante tiempo antes de que volviera a subir al desván, por el traslado primero y la organización, remodelación y decoración de la casa después. Cuando por fin dispuse de un poco más de tiempo, volví a las andadas. Y me encontré con las cajas de “Aurora” y “Alicia”. También estaban allí “Daniela”, “mamá”, “papá” y “Andrés”.

Tras varios meses de trabajos, incluidos limpiar, pintar, barnizar y amueblar, el desván es por fin mi estudio. Pero por alguna razón, no he podido tirar las cajas de los nombres. Alguien, en algún momento, sintió que no debía hacerlo, y yo he seguido con la tradición familiar de una familia que no es la mía. Las cajas están amontonadas en un rincón del estudio, acumulando polvo. Pero por lo menos siguen juntas. Sólo espero que cuando yo no esté, alguien sea incapaz de tirar la caja marcada con mi nombre

Gràcies per la idea, X.

dimecres, 4 de novembre del 2009

Under the weather


Aquesta expressió anglesa sempre m'ha agradat... Under the weather. Seria com el nostre "estar com el temps", però m'agrada el matís de ser-hi under. Ho explica tot, no cal dir que estàs malament, no cal dir que estàs trista, només que estàs under the weather. Espero amb paciència i en bona companyia el temps de estar over the weather, o above, o up o el que sigu, però a dalt...

La il·lustració és de Liniers, casualitats de la vida, publicada l'1 de novembre al diari argentí La Nación. Podeu consultar la tira diària a la web del propi diari o en aquest bloc, ordenades per data. Altament recomanable