dissabte, 2 de novembre del 2013

El otro día fui incapaz de escribir unas palabras en un libro. Mucha gente lo hizo, pero yo, que garabateo letras en cualquier parte (aunque cada vez con menos frecuencia, cierto) y que veo cuentos en llaves perdidas en la calle, no encontré qué decir. Pensé en las personas que leerían ese libro, unos días más tarde, en el salón de su casa, probablemente con la chimenea ya encendida porque por fin ha llegado el otoño. Y no encontré nada que decirles, no supe poner por escrito unas palabras de consuelo a ese dolor tan grande, a esa ausencia para siempre. No supe cómo escribir un abrazo, un abrazo largo y sincero, sin palabras. No sé si éstas servirían...