Acabo de leer el último libro de Enrique Vila-Matas, Dietario voluble, y me quedo, hoy, con dos cosas:
La primera, la frase “Vengo de parte del Sr. Llovet”, que a lo mejor un día me atrevo a echarle el morro de usar yo también. Al fin y al cabo, también conozco al Sr. Llovet (aunque él ni sepa quién soy yo, perdida entre los miles de nombres de gente que ha asistido a sus clases) y además, siempre brindo por él en las noches memorables, porque es de aquellas personas que han pasado por mi vida y la han cambiado, sin ellas saberlo. Bueno, también brindo por el sexo sin boda y el whisky sin soda, pero eso es otra canción...
La segunda, una idea que va recorriendo el libro continuamente, esas casualidades ante las que una no puede dejar de sorprenderse, aunque tengan una explicación supuestamente lógica: la desaparición de árboles en el barrio de Gràcia que te explican tres personas diferentes, las naranjas, Polonia, etc. Ya sabéis, ese tipo de situaciones que te hacen decir “qué curioso leer esto ahora, justo cuando ayer...”
Pues bien, yo hoy me he acordado del Sr. Vila-Matas no porque haya sido una noche memorable y haya brindado a la salud del Sr. Llovet, sino porque me he visto en una de esas situaciones de sorpresa, de coincidencia. He confirmado la estupidez humana por dos flancos diferentes, en una sola mañana. No sé si es casualidad, quizá es que la estupidez es nuestra principal característica como especie, y la excepción son las personas humildes, inteligentes y sinceras.
La primera, la frase “Vengo de parte del Sr. Llovet”, que a lo mejor un día me atrevo a echarle el morro de usar yo también. Al fin y al cabo, también conozco al Sr. Llovet (aunque él ni sepa quién soy yo, perdida entre los miles de nombres de gente que ha asistido a sus clases) y además, siempre brindo por él en las noches memorables, porque es de aquellas personas que han pasado por mi vida y la han cambiado, sin ellas saberlo. Bueno, también brindo por el sexo sin boda y el whisky sin soda, pero eso es otra canción...
La segunda, una idea que va recorriendo el libro continuamente, esas casualidades ante las que una no puede dejar de sorprenderse, aunque tengan una explicación supuestamente lógica: la desaparición de árboles en el barrio de Gràcia que te explican tres personas diferentes, las naranjas, Polonia, etc. Ya sabéis, ese tipo de situaciones que te hacen decir “qué curioso leer esto ahora, justo cuando ayer...”
Pues bien, yo hoy me he acordado del Sr. Vila-Matas no porque haya sido una noche memorable y haya brindado a la salud del Sr. Llovet, sino porque me he visto en una de esas situaciones de sorpresa, de coincidencia. He confirmado la estupidez humana por dos flancos diferentes, en una sola mañana. No sé si es casualidad, quizá es que la estupidez es nuestra principal característica como especie, y la excepción son las personas humildes, inteligentes y sinceras.